lunes, 24 de junio de 2013

Beauty and the Beast

Beauty ain't the maiden with deep blue eyes,
silken hair, and nice tights.

Beauty ain't snow white
with her snow white smile.

Beauty ain't the fake princess
who from the ashes rises
to cast a spell on the king's son.

Beauty is the maiden that makes a beast
fight and go to war against its demons
until they are all killed.

Beauty is the girl who loves the beast;
no matter how darkened his soul
with him she would feast.

You are my beauty, girl;
and yeah, with deep eyes,
silken hair, nice tights
and snow white smile,
you are my princess -not fake though-
for you love this beast
even I'm not the king's son.


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lunes, 29 de abril de 2013

El cielo y el infierno

Cuando vaya al cielo me encontraré allí con el resto de creaturas suicidas

- y también con los que no lo son-

Cuando vaya al cielo me encontraré allí con los que sufrieron

- con las creaturas que vivieron-

Cuando vaya al cielo me encontraré allí con los demonios que deberían habitar el infierno. 

Cuando vaya al cielo me encontraré con escritores y poetas; mi alma nadará desnuda en ríos de alcohol y mis pies descalzos se hundirán en la blanca arena; las costas del delirio en donde los genios ya habían metido sus narices,  hundido sus cuerpos, enterrado sus corazones y sumergido sus almas. 

Cuando vaya al cielo encontraré el lugar repleto de seres que deberían estar en el infierno.

Yo mismo le preguntaré a Dios por qué, 
en vez de descender, subí al cielo; creo, fervientemente, que él me dirá: "abajo ya no hay vacantes. Las celdas están ocupadas por quienes se inventaron el cielo y el infierno."

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martes, 16 de abril de 2013

Jaulas


Lina María había sido la única persona en cuyos ojos podía ver reflejado el dolor que yo mismo sentía. Con un negro intenso e implacable, esos ojos eran capaces de pintar las escenas más sombrías de esos cuentos que yo escribía por aquellos días. Aunque el país entero podía darse un festín mensual con los trozos de alma que yo ponía en la revista nacional, y aunque los críticos se jactaban despedazando mis ya desmembrados personajes, Lina María fue la única persona capaz de ver que el dolor de esos pobres desgraciados que se revolcaban en el desespero de los mundos putrefactos que yo me inventaba, era el mismo suplicio y el mismo grito agónico de mi alma.
En una de las aburridas convenciones de columnistas convocadas por los directores de las revistas más reconocidas del país, la vi por primera vez. Mientras  la misantropía se apoderaba de mi alma y yo desplegaba mi increíble capacidad para hacerme odiar por aquellos que pretendían asediarme con amables preguntas acerca de mi estilo de escritura, la palabra <<Sarah>> llegó hasta mis oídos desde el otro lado del salón. El dulce y melodioso sonido de la voz que transportaba la palabra en medio del bullicio, se coló en mi cerebro y se instaló en un rincón, fijo e inmóvil.
La razón por la cual llamó tanto mi atención era simple. Ese nombre significaba mucho para mí, pero una voz dentro de mi cabeza me decía que la mujer que había pronunciado aquel nombre no podía estar refiriéndose a la misma Sarah que yo pensaba.
Sin embargo, algo superior me empujó contra mi voluntad hasta el otro lado de la habitación para escuchar mejor. Allí, de pie frente a un anciano repulsivo de esos con panza y puro, estaba la muchacha que hablaba (más para ella misma que para su interlocutor) sobre Sarah, y para mi asombro  sí, estaba hablando de mi personaje.
“En medio de una calle concurrida en donde la atención era atraída por los gritos de los vendedores y el bullicio de la gente, una pequeña llamada Sarah se hallaba sola contemplando la escena desde un rincón apartado. David atravesó la calle a empujones…”
Esas eran les tres líneas en donde se mencionaba por única vez a Sarah en mi último cuento publicado. En realidad el personaje era un detalle minúsculo, aislado; no tenía nada que ver con el argumento del cuento. De hecho, era uno de esos detalles tan comunes en mis escritos que yo nunca he sabido, a ciencia cierta, por qué están allí. Sin embargo, aquel día de la convención, parecía como si Lina M. pudiera hablar por horas enteras acerca del personaje, y aunque yo ya no escuchaba, algo en el brillo intenso de sus ojos negros me decía que ella entendía esos detalles insignificantes de mis cuentos incluso mejor que yo.
Ese día luché con todas mis fuerzas para poder acercarme más y contemplar mejor aquella mirada que irradiaba comprensión. Pero algo que siempre ha sido parte de mi naturaleza me lo impidió; la idea de que la belleza no es algo a lo cual yo pueda acceder, es mi más ferviente convicción y sin embargo sé que soy tan sensible a ella como cualquier otro mortal o tal vez incluso mucho más que cualquier mortal.Entonces, ese día, no tuve más remedio que salir del salón a deambular por las calles en busca de mi apartamento.
Con cada paso que daba, mi mente me jugaba un truco nuevo. Sentía que cada uno de mis movimientos era observado por alguien a quien dejé atrás, y que esa persona corría detrás de mí para alcanzarme.
¡Era patético! Incluso practicaba en voz alta mil maneras de saludar a aquella mujer que, en mi mente, se había tomado la molestia de notar mi ausencia y había corrido detrás de mí para preguntarme por qué me había ido. Pero era más patético aún que, incluso en mi mente, mis respuestas eran torpes como lo habrían sido en la realidad; mil veces la saludé, mil veces metí la pata y mil veces ella volvió a correr detrás de mí para darme otra oportunidad.
En los días que siguieron, aquél día había quedado grabado en mi mente. No podía sacarme la voz de aquella mujer repitiendo el nombre de <<Sarah>> con la convicción y la seguridad con la cual repetiría su propio nombre.
***
Luego de una serie de sucesos aislados que llevaron a la muy bien planeada casualidad de encontrar a Lina María en una calle del centro de Bogotá, la intensidad con la cual pensaba en esa mujer, se incrementó. Después de haberla conocido en aquella bendita casualidad, reconocí en sus ojos una mirada envuelta en misterio, y me di cuenta de que esa enigmática mirada era lo que tanto me atraía.
Los meses nublados que dibujaban mi vida dieron paso a una relación, a mi parecer, clandestina. Nuestros encuentros eran fugaces; ella siempre por alguna razón escapaba de mis brazos y su mirada rehuía la mía. Pero luego, esos momentos en que sin palabras me regalaba sus angustias y sus miedos, ella misma buscaba secar sus lágrimas en mi pecho y sus ojos buscaban comprensión en los míos. Era un círculo del cual yo no sabía si saldría bien librado. Aprovechando las ausencias de Lina María, las dudas asaltaban mi mente; constantemente veía su figura adentrarse en la niebla hasta que no podía ver más que una borrosa silueta junto a otras sombras que me hacían sentir inseguro. No obstante, una frágil certeza apaciguaba mis demonios cada vez que la volvía a tener entre mis brazos.
Una noche luego de varias sin Lina María, mientras vaciaba copas y luego botellas, una tras otra, en mi conciencia, el teléfono de mi apartamento sonó con ese lamento monótono que me arrastraba a la realidad en los momentos más inoportunos. Del otro lado de la bocina llegó hasta mis oídos la voz de Lina María como respuesta a esa última gota de súplica con sabor a whiskey que se coló por mi garganta; me invitaba al otro día a su casa para contarme algo importante.
Sería la primera vez que iba a visitar el lugar donde vivía; ese misterio que la envolvía probablemente se iba a disipar con aquella visita. Siempre he creído que una persona deja su esencia impregnada en el lugar donde vive y que allí no hay secretos ni misterios.
Esa noche no dormí. Mi cerebro trabajaba a mil por hora imaginando millones de posibilidades para la casa de Lina María. Al final me quedé con la última opción; pensaba que su casa sería similar a la mía. La soledad, probablemente, era la pareja de baile de Lina María así como la oscuridad era la mía. No podía dejar de pensar tampoco, en aquello tan importante que iba a decirme. Probablemente me hablaría de Sarah y me haría entender el significado que ese personaje tenía para ella. Tal vez me ayudaría a entender la soledad de Sarah, la suya y la mía.
Al otro día, en su casa, mi castillo imaginario se derrumbó y quedaron sólo las ruinas de la realidad. Desde las paredes de la sala una joven pareja me sonreía. La expresión de sus rostros me contaba la historia del día en que se casaron y sus miradas relataban incluso el detalle más insignificante de aquel día.
¡Entonces ese era su misterio! Yo no era más que los desperdicios del banquete matrimonial.
Sobre mesas y repisas, más fotografías contaban la vida perfectamente feliz de Lina María al lado de su esposo y además de una hija. Sin embargo esa sonrisa retratada en el papel de las fotografías no se dibujaba aquella tarde en el rostro de Lina María. Aquella tarde, mientras ella me veía contemplar en silencio los recuerdos exhibidos en su sala de estar, sus lágrimas recorrían una vez más sus mejillas, acariciándolas con la misma delicadeza, nostalgia y melancolía con que alguna vez lo habían hecho mis dedos temblorosos. ¿Por qué siempre tenía que llorar delante mío? Parecía confundida y me confundía; de la nada me soltó un “te quiero” mientras miraba fijamente una foto de su esposo y de Sarah, su hija.
Cuando pronunció ese nombre su voz fue tan dulce y melodiosa como la primera vez que la oí. Entonces entendí que las lágrimas que derramaba en aquel momento no eran producto del dolor. De hecho, el dolor nunca había acariciado su rostro, o no por lo menos el dolor que la soledad traía consigo. Ella nunca entendió mi personaje; nunca se identificó conmigo. Desde un profundo afán por ser reconocido más como ser humano que como una simple figura pública, malinterpreté la mirada negra de Lina María; confundí la curiosidad con comprensión y la lástima con amor.
Con una última ojeada a la salita atestada de fotografías, confirmé que yo soy sólo un animal en una jaula de exhibición y que ella se había acercado sólo a alimentarme. Y yo que pensaba que sus lágrimas eran producto de una jaula similar a la mía. Pensaba que ella entendía el dolor de estar encerrado en una vida que no se había pedido. Pensaba que ella comprendía el dolor de los que estamos encerrados en jaulas. Pero no: ella vivía en el ancho mundo. En el mundo de las tardes de zoológico en familia; los que pasan indiferentes, frente a las jaulas, totalmente ajenos al aullido lastimero de las bestias que viven en soledad.
En ese momento vi sus lágrimas como la explicación que no me interesaba oír y dentro de mí, una legión de voces dormidas se alzaba en armas y pedía a gritos carne fresca para saciar su apetito. Era hora, entonces, de morder a la que se había acercado a mi jaula creyendo encontrar un perrito sumiso. Clavé mis colmillos en su suave, blanca y delicada piel
…La maté.

Basado en El Túnel de Ernesto Sábato

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domingo, 31 de marzo de 2013

Me mirabas a mí


Ahogándome en un mar
de rostros humanos que abrasaban mi cuerpo
con las infernales llamas de su indiferencia,
veo a lo lejos tu rostro      -radiante-
entre los brazos de otro hombre.


Un sudor frío y un temblor, 
de esos previos a la esquizofrenia,
recorrían mi cuerpo y corroían cada fibra de mi alma
mientras veía ese brillo alegre
en tus pupilas;
-alegre- 
en los brazos de otro hombre.


Me faltaba el aire, mas no me lo quitaba el gentío.
Me faltaba comodidad; no me la daban tus brazos.


Y sin embargo, no me faltaba miseria;
era miserablemente feliz
con esa miserable felicidad que
sólo el verdadero amor sabe producir.


Era feliz, pues tú eras feliz, y no miserablemente como yo:


No te faltaba el aire; te lo daba el gentío.
Eras dueña de la comodidad;          
-la comodidad de sus brazos-
Y aunque eras feliz,
allá,
lejos de mí,
aún me sonreías y tus ojos brillaban;
me mirabas a mí.


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lunes, 25 de marzo de 2013

Melancolías


Las noches ya agotadas de los días extenuados
No se curan con recuerdos ni melancolías.

El cansancio del tiempo, de la luna y las estrellas
No se cura con eternidades, ni soles, ni faenas.

Mis días lóbregos necesitan de besos -tus besos,
Abrazos   -los tuyos,
Tus miradas, mas no frías.

Esa pasividad de las aguas antes turbulentas
La acaba la osadía de esos marineros-
Ancianos valientes-
Escritores y poetas.

De las debiles cenizas residuos del fuego
Surge un fenix en forma de verso.

En forma de letras, de poema;
En forma de mujer, de niña;
En forma de mirada y de beso,
Surge la llama que nutre las
Melancolías-
Nostalgias de las noches agotadas de los días venideros.

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lunes, 11 de marzo de 2013

Smile. The show must go on


It was finally over. While the green spotlight faded away, Rachel’s mind faded too. She could see by then just blurred glances of people’s heads merging with darkness, and her ears barely caught the echo of the word “encore” which was accompanied by a chorus that was calling her name. She felt overwhelmed and the only thing in her mind was getting out of the stage and reaching the calmness of her private backstage room. She did not mean the words of thankfulness that she was pronouncing by that moment, she rather repeated them like a recorder machine without realizing it.

The anger she felt made her walk through the backstage corridors without looking at anyone; she walked rapidly, almost ran until she locked the door of her backstage room behind her. As she threw herself on the couch, big tears started to run down by her cheeks and her mind turned on again. Combined waves of feelings assaulted her brain; the tears that she was catching with her sleeves were produced by anger as well as by sorrow. She felt so lonely; though outside in the stage there was still a whole crowd calling her name and dying to have at least one more chance to see her, Rachel thought that she was alone in a world in which nobody could understand how she felt. Everybody in that world thought that fame was everything one could get in life; they thought that if a 19 years old girl became famous she had already reached the top of the world.

But nobody knew what it felt like being recognized everywhere; nobody knew what it felt like having a thousand eyes staring at her 24/7. That was what made her so angry, that while everyone in the world thought of her like a goddess, she felt like going back to the hell of which she came from; and every time she thought of her old lifestyle, homesickness reigned in her heart. Rachel’s feelings continued exchanging places in her soul while she lied on the couch with her empty gaze fixed on the ceiling.

Thus passed half an hour until a knock on the door warned her that it was time to get out again to the stage for the next concert she had to perform that night. Her manager, whose attitude towards her couldn’t have been more indifferent, told her before leaving that before the next concert a press conference was waiting for her in the main hall of the venue.
Great!
 That was what she needed: a dinner with wolves where she was going to be the main dish. Some minutes later, while answering dull questions she couldn’t help thinking of other young celebrities that had been already eaten by those wolves. She knew they took advantage of every exposed weakness: Scandals made over drugs, alcohol, sex and every common human sin which is even more badly seen when performed by a Hollywood God or Goddess. Nonetheless, Rachel was not going to be such an easy prey. She would not allow her feelings to go out in that moment to be devoured by those beasts. She put on a smile and finished the press conference with an enthusiasm that was, indeed, taking place in her soul by that moment overshadowing the feelings that possessed her for the last hour. Thus she stood up and she headed to her backstage room once more in order to put on her clothes and to prepare for the upcoming show. She did it quickly and passed through the corridors, again running, but this time, encouraged by a new sort of energy.

She decided that even though she had felt bad -and she knew she would feel like that again- she would not allow herself to get consumed by those emotions. Henceforth she would think that the fact that she was talented and famous meant something, and that she should give the best side of her to the world without expecting any reward. She reached the stage again; she hit the lights put on a smile and thought “The show must go on”

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domingo, 17 de febrero de 2013

Ayer eras mía

A veces la realidad se me antoja ajena; 
el dolor no duele, 
la felicidad no se siente, 
el viento no sopla, 
el río no suena.

A veces la realidad se me antoja ajena; 
el amor ya no hiere, 
la verguenza ya no apena, 
la pena es sólo de las almas,
la amargura ya no quema.

La realidad hoy se me antoja ajena; 

hoy ya no estás, 
hoy ya no te siento,
hoy no sólo te olvidé a ti;
hoy olvidé también tus recuerdos.

Ayer no era una de esas veces; 

ayer el dolor dolía, 
ayer tu amor me hería; 
ayer tú, amor, me herías, 
ayer la felicidad
   tampoco se sentía.

Ayer no te me antojabas ajena; 

la verguenza me apenaba, 
la pena era mía, 
la amargura me quemaba. 

           Ayer eras mía.

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martes, 12 de febrero de 2013

EL TRISTE AROMA DEL OLVIDO


El sonido estridente del recuerdo lo despertó. Luego de un largo sueño, se vio con más energía de la que podía contener, y una fuerza sobrenatural que se apoderó de él lo llevó a romper las cadenas que lo mantenían atado.

Por fin volvía a ser el dueño de aquellos viejos y solitarios callejones que se vestían de noche y eran decorados con un resplandor naranja formado por un interminable ejército de guardias portadores de luz cuyas largas filas terminaban fundiéndose con la negrura del infinito en los lugares más recónditos de la galaxia. Hasta allí, lo transportaban largas alfombras de asfalto que se deslizaban bajo sus pies a grandes velocidades. Así fue como consiguió alejarse del lugar que había sido su prisión durante largos años, y solo hasta que se hubo alejado lo suficiente de aquél sitio, una sensación de libertad, que logró colarse por su boca entreabierta, empezó a danzar entre sus papilas gustativas acariciándolas tiernamente con un suave sabor a victoria. Sintió que  una seguridad que no experimentaba desde hacía mucho tiempo atrás, recorría todo su cuerpo, y en su pecho chocaban emociones unas tras otras formando así una hoguera incandescente cuyas flamas irradiaban una luz intensa a través de su tórax y que incluso era visible por encima de su viejo saco verde.

Experimentaba un ardor dentro de su cuerpo  que se intensificaba aún más con cada bocanada de aire que tomaba. Por aquella época del año el aire que bajaba desde la negra morada de los Dioses quemaba como el hielo, y al llegar a sus pulmones, los hería con espadas de fina escarcha que cortaban su respiración. Las ráfagas de aire no venían solas. Consigo traían un aroma intenso de color castaño claro pintado con una suavidad que rayaba en la ternura, trepaba lentamente por sus vías respiratorias e inundaba toda su cabeza con un éxtasis que estremecía cada fibra de su cuerpo.

Esto, precisamente, era lo que le había dado aquella energía sobrenatural que lo había llevado a escaparse; ese aroma antiguo pero reconfortante le dio las fuerzas necesarias para romper las cadenas que lo ataban a un muro de concreto que lo aislaba completamente del mundo y lo envolvía en una soledad que, para alguien como él, no significaba más que el camino más lento y doloroso hacia la muerte. Ahora que tenía una libertad renovada podría correr cuanto quisiera, ir lo más lejos posible de aquél lugar donde había estado encadenado tantos años. Aunque ya se había alejado varios kilómetros de allí, aún podía sentir, impregnado en su cerebro, ese único olor que era dueño de aquél solitario lugar. Era un olor a olvido, un aroma oscuro que helaba las entrañas y reflejaba las más bajas pasiones del alma de quien estuviera allí para captarlo. No le gustaba en lo absoluto. Con cada paso que daba, sin embargo, sentía, como aquél nuevo olor, se instalaba en su cerebro quitándole, poco a poco, espacio a ese otro horrible aroma. Ese olor se llamaba libertad, y en realidad estaba compuesto de muchos olores diferentes que inundaban los espacios que ahora recorría con tanta prisa.

Olores como el del asfalto, la gasolina, el aceite para motor y la humedad eran los dueños del parqueadero que ahora atravesaba en la oscuridad. Más adelante, el del césped recién cortado, el del agua donde se bañaban los patos, y sobre todo, muy por encima de todo lo otro, los árboles y sus troncos con aquél particular aroma en sus bases, casi allí donde empezaban sus raíces, eran los aromas que caracterizaban al solitario parque por donde pasó corriendo, deteniéndose en cada uno de esos árboles, para que ese aroma tan especial llenara su cerebro y lo obligara a olvidar aquél otro aroma que tanto quería olvidar.

Sí, todo esto era lo que poco a poco componía aquél único olor que seguía visitándolo frecuentemente con cada bocanada de aire. Ese olor de color castaño, marrón e incluso hasta color pardo que para él representaba la libertad. Eso era lo que buscaba. Hacía allí se dirigía. Hacía aquél lugar en donde todos sus recuerdos yacían junto a la dueña de aquél hermoso aroma. Ella era su todo; su razón de ser, su vida, su libertad, su gusto por los aromas. Ella, sin haberse dado cuenta, le había enseñado a conocer el mundo a través de su nariz. Cada recuerdo que venía a su mente de momentos que había compartido con ella, traía consigo un nuevo olor, un nuevo nombre para las cosas, una nueva experiencia, un nuevo sentimiento; los olores ácidos le causaban escozor, los dulces lo hacían salivar e incluso los aromas prohibidos excitaban su alma y lo llevaban a cometer pecados que después aprendería a no volver a cometer. Toda esa mezcla de recuerdos era lo que le daba esa energía para seguir a su instinto, seguir un camino marcado por aquél olor que quería volver a degustar. Ese olor de color castaño, lleno de ternura, de caricias, de amor; un olor lleno de libertad.

Siguió corriendo durante toda la noche. Hubo intervalos de tiempo durante los cuales él se sentía asustado de que lo hicieran volver a su prisión, y otros durante los cuales el aroma se volvía mucho más intenso que antes haciéndole creer que estaba cerca de su objetivo para luego volver a desaparecer y darle paso a sus miedos de saberse cerca aún de sus cadenas. Luego de muchos lugares recorridos, estaba llegando a lo que parecía el final de su jornada. Los olores del lugar a donde había llegado le resultaban intensamente familiares. Las calles, con sus casas de dos pisos delante de las cuales había pequeños tramos de césped que olía a una gloria traída de tiempos de antaño, le hicieron saber que había llegado al lugar correcto. Dejó entonces de correr y empezó a caminar lentamente por aquella calle tan familiar. Su regreso, bañado solamente por la tenue luz de las farolas y por la de un alba que empezaba a rayar en el horizonte por detrás de las casas, lo hacía feliz. Con cada paso que daba reconocía un nuevo olor aquí y allá: ¡Ah! La vieja casa del árbol de los Martínez, con ese olor a madera gastada más por el tiempo que por el uso, pues hacía mucho el pequeño Martínez había dejado de ser pequeño. En frente, aquella casa misteriosa de doña Ester, un lugar al que no se había atrevido a acercarse ni siquiera en sus más salvajes arrebatos de travesura. Esa casa olía a abandono, a soltería, a amargura e incluso a brujería; en cada calle había una así. Pero incluso el olor de la casa de doña Ester le alegró el alma pues lo hacía sentirse de nuevo en casa. Estaba de nuevo en su reino, en esa calle que por muchos años le había pertenecido. Allí había sido libre y ese olor a libertad, de color castaño, tierno, lleno de caricias y amor estaba finalmente a unos metros de distancia. Se encontraba justo en frente del buzón de la casa de ella: Lina G_____

Emocionado, corrió hasta la entrada. Ni siquiera podía controlar sus propios pasos; avanzó a tropezones, más arrastrándose que corriendo, hasta que llegó a la puerta que estaba abierta. Entró muy emocionado a esa casa que conocía tan bien. La sala aún olía a frutas sobre el comedor, la cocina conservaba ese aroma a leche y galletas, el baño aún era la fuente de ese olor castaño que despedía el cabello de Lina cada mañana; ese olor fresco, matutino, alegre y lleno de ternura. Lina debía estar en el piso de arriba. Aún era muy temprano para que se hubiera despertado. ¡Vaya sorpresa que le daría!

Subió muy despacito sin hacer ruido, y a medida que fue salvando escalones su alegría fue disminuyendo. Del cuarto de Lina llegaba un olor extraño; similar al olor del tronco de los árboles del parque, era intenso y tenía ese mismo dejo de salvajismo de todos los demás, pero con una diferencia. No era uno de esos comunes que se podían encontrar en cualquier lado. Éste parecía estar bien alimentado, bien cuidado, lleno de cariño y ternura. ¿Podría ser…? ¡No! ¡Eso era imposible! Lina jamás podría… Se acercó lentamente a la puerta del cuarto de Lina y entró para comprobarlo.

Lo que vio lo dejó sin aliento. Su corazón se detuvo por un instante que pareció eterno. Él nunca pensó que la culpable de que él hubiera estado encerrado durante tantos años hubiera sido la dueña de aquél olor tan maravilloso. Nunca llegó a imaginarse que alguien con un aroma en su cabello tan delicioso, tan castaño, tan tierno a quien por tanto tiempo había llamado libertad, fuera capaz de ser la causante de su encierro, de sus cadenas, de su olvido, de sus miedos, de su llanto, de su tristeza. En ese momento sin embargo, entendió que Lina, a quien él había asociado con el concepto de libertad, era también capaz de volverlo prisionero. Muy triste, bajó las escaleras, salió a la calle y se vio como uno más de esos que se encuentran en cualquier lado abandonados a su suerte. No sabía a donde ir ni sabía que hacer. Su nariz seguía trayéndole aromas de todas partes, pero el ya no quería saber nada de eso. No se sentía ya digno de tantos olores que el mundo podía ofrecerle, ahora solo merecía ese aroma que reinaba en el lugar del que se había escapado; un olor a olvido, oscuro y que reflejaba las más bajas pasiones de quien lo captaba. Entonces decidió volver a ese lugar, decidió volver a su prisión.

A manera de Epilogo:

El guardia no podía creer lo que veían sus ojos. Un perro negro, muy sucio, con aspecto de estar cansado, y con las orejas agachadas se acercaba lentamente a la puerta de la perrera municipal para ser sometido nuevamente. ¡Era el perro que se había escapado la noche anterior! El jefe de la perrera no lo iba a creer cuando se lo contara.  



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BOREDOM


“To cure the soul by means of the senses, and the senses by means of the soul”
O. Wilde-
Everything’s so dull
Passions don’t burn
And monotony –
Of being persistent –
                   Is proud.

Life’s got no taste
The air’s unclean
Sounds are mute
And fire does not blaze.


Day’s as clear as night’s
Nature is tired
Plants grew old and brown-
Among animals death’s gone
                             Wild-



God’s lost himself
Human race’s lost his grace
-Every being on earth knows -
                 Life became plain.


               Does it make sense

-Breathing unclean air?
Listening to mute sounds?
Burning yourself with
           Non-blazing fire? -

              Living on a dead earth?

            Does it make sense

-Living a life without senses? –

            Living in a place where

          Everything’s so dull?            

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Written lines


"But we loved with a love that was more than love; I and my ANNABEL LEE" 
                                                                                         -Edgar Allan Poe

I can't tell you that I love you
for I love you with a love that goes beyond the meaning of love itself.

The sole name loses significance because it has reached the shores of a sea of madness
where love cannot be called love;

it would be insane to compare my mad passion
with such a feeling as
                      Love.

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¿Para qué?


¿Para qué buscarte?
¿Por qué no mejor inventarte?

¿Para qué pedirte una sonrisa?
                       -sé que me regalarás tu desespero y tus lágrimas.

¿Para qué besar tu boca?
¿Por qué no mejor morir en tu pelo?

¿para qué el sonido dulce y melodioso de tu voz?
                         -Tengo el amargo e intenso aroma de tus versos.

¿Para qué la hipocresía de un hola?
¿Por qué no mejor el dolor profundo y sincero de un adiós?

¿Para qué la eternidad a tu lado?
                         -Disfruto la brevedad de tu amor;lo éfimero de nuestros momentos.                        

¿Para qué tu presencia?
¿Por qué no mejor tu recuerdo?


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