domingo, 31 de marzo de 2013

Me mirabas a mí


Ahogándome en un mar
de rostros humanos que abrasaban mi cuerpo
con las infernales llamas de su indiferencia,
veo a lo lejos tu rostro      -radiante-
entre los brazos de otro hombre.


Un sudor frío y un temblor, 
de esos previos a la esquizofrenia,
recorrían mi cuerpo y corroían cada fibra de mi alma
mientras veía ese brillo alegre
en tus pupilas;
-alegre- 
en los brazos de otro hombre.


Me faltaba el aire, mas no me lo quitaba el gentío.
Me faltaba comodidad; no me la daban tus brazos.


Y sin embargo, no me faltaba miseria;
era miserablemente feliz
con esa miserable felicidad que
sólo el verdadero amor sabe producir.


Era feliz, pues tú eras feliz, y no miserablemente como yo:


No te faltaba el aire; te lo daba el gentío.
Eras dueña de la comodidad;          
-la comodidad de sus brazos-
Y aunque eras feliz,
allá,
lejos de mí,
aún me sonreías y tus ojos brillaban;
me mirabas a mí.


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