domingo, 15 de julio de 2012

Pintor de Versos.


Siempre he creído que quien habla para sí mismo dice cosas tan ciertas que no son dignas de llegar a los oídos de alguien más. A este tipo de personajes suelen llamarlos locos o dementes y su imagen ante la sociedad queda, definitivamente, fuera de los parámetros de hipocresía que esta exige para aceptar a una persona dentro de la masa. Quien es lo suficientemente hipócrita como para pasar por este filtro de sonrisas enmascaradas en donde el alma queda reducida a nada, estará toda la vida en una posición privilegiada ante los demás, pero su imagen ya no será la misma ante el espejo y muchos menos en la eternidad.
Por otro lado, de las personas que han sido bendecidas con la miseria de ser llamadas locas, considero que hay tres clases: El poeta, el psicópata y yo, que soy una mezcla de pensamientos psicópatas convertidos en verso. Sin embargo también tengo una imagen que cuidar pues en mi mundo "la razón es demencia y la demencia es razonada" y esta última, al ser sometida a la mirada implacable de la razón, pierde su esencia, palidece su pasión y adquiere tonalidades de juicio.
Sería un mentiroso si dijera que no me importa lo que piensen de mí. A todos nos importa. Todos estamos en el mismo juego en donde juzgamos al otro y esperamos no ser juzgados. Sin embargo aún me queda algo de humanidad para así evitar vender mi alma simplemente por intentar ganar un juego que no tiene ganador. Por eso aunque también tengo mi mascara, de vez en cuando, estando solo, me la quito; tomo un lápiz y una hoja y por medio de versos pinto y creo mundos en los que mi alma se ve reflejada.
Escribir es algo que hago sin miramientos, sin tapujos, sin sesos pero, eso sí, con mucho corazón. Escribir es la manera que encuentro para hablar conmigo mismo sin hacerlo en voz alta; sin parecer demasiado loco. Y aunque pecaría si dijera que la escritura no es mi fuerte, no considero que los textos que produzco tengan una inmensa riqueza estética (de hecho, estoy lejos de llegar a considerarlos creaciones literarias), pero sí puedo decir que tienen una inmensa riqueza sentimental y por ello estoy agradecido.
Pero no quiero que mi escritura quedé sólo en ese punto. Esa catarsis del ser, es sólo el primer punto de control en el largo camino del escritor, pero quien quiere llegar más allá, levanta la mirada y en el horizonte es capaz de ver la eternidad que quiere acariciar con las letras. Y es que el texto literario necesita de algo más que esas pequeñas gotas de alma en forma de verso y en forma de nada que yo le pongo; un texto literario no se conforma únicamente con que al poeta le sea fragmentada el alma. El poeta debe dedicarse a la composición de textos a partir de una excelente reconfiguración de esos trozos de alma, pues de ahí en adelante ya no será simplemente el alma del escritor, sino que pasará a ser el alma del mundo, el alma de los que cómo él, también han sido fragmentados y necesitan componerse. A partir de la dedicación del poeta y del esmero de su escrito se configura el alma de la eternidad.
Yo nunca me atrevería a llamarme escritor; JAMÁS POETA.  Y aunque escribir es lo que hago, el mayor de mis anhelos es llegar a hacerlo, por lo menos, medianamente bien.
















 "Yo no escribo para que me lean. Escribir es una forma que tengo de hablar conmigo mismo sin parecer demasiado loco."

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