Siempre
he creído que quien habla para sí mismo dice cosas tan ciertas que no son
dignas de llegar a los oídos de alguien más. A este tipo de personajes suelen
llamarlos locos o dementes y su imagen ante la sociedad queda, definitivamente,
fuera de los parámetros de hipocresía que esta exige para aceptar a una persona
dentro de la masa. Quien es lo suficientemente hipócrita como para pasar por
este filtro de sonrisas enmascaradas en donde el alma queda reducida a nada,
estará toda la vida en una posición privilegiada ante los demás, pero su imagen
ya no será la misma ante el espejo y muchos menos en la eternidad.
Por
otro lado, de las personas que han sido bendecidas con la miseria de ser
llamadas locas, considero que hay tres clases: El poeta, el psicópata y yo, que
soy una mezcla de pensamientos psicópatas convertidos en verso. Sin embargo
también tengo una imagen que cuidar pues en mi mundo "la razón es demencia y la demencia es razonada" y esta
última, al ser sometida a la mirada implacable de la razón, pierde su esencia,
palidece su pasión y adquiere tonalidades de juicio.
Sería
un mentiroso si dijera que no me importa lo que piensen de mí. A todos nos
importa. Todos estamos en el mismo juego en donde juzgamos al otro y esperamos
no ser juzgados. Sin embargo aún me queda algo de humanidad para así evitar
vender mi alma simplemente por intentar ganar un juego que no tiene ganador.
Por eso aunque también tengo mi mascara, de vez en cuando, estando solo, me la
quito; tomo un lápiz y una hoja y por medio de versos pinto y creo mundos en
los que mi alma se ve reflejada.
Escribir
es algo que hago sin miramientos, sin tapujos, sin sesos pero, eso sí, con
mucho corazón. Escribir es la manera que encuentro para hablar conmigo mismo sin
hacerlo en voz alta; sin parecer demasiado loco. Y aunque pecaría si dijera que
la escritura no es mi fuerte, no considero que los textos que produzco tengan
una inmensa riqueza estética (de hecho, estoy lejos de llegar a considerarlos
creaciones literarias), pero sí puedo decir que tienen una inmensa riqueza
sentimental y por ello estoy agradecido.
Pero no
quiero que mi escritura quedé sólo en ese punto. Esa catarsis del ser, es sólo
el primer punto de control en el largo camino del escritor, pero quien quiere
llegar más allá, levanta la mirada y en el horizonte es capaz de ver la
eternidad que quiere acariciar con las letras. Y es que el texto literario necesita
de algo más que esas pequeñas gotas de alma en forma de verso y en forma de
nada que yo le pongo; un texto literario no se conforma únicamente con que al
poeta le sea fragmentada el alma. El poeta debe dedicarse a la composición de
textos a partir de una excelente reconfiguración de esos trozos de alma, pues
de ahí en adelante ya no será simplemente el alma del escritor, sino que pasará
a ser el alma del mundo, el alma de los que cómo él, también han sido
fragmentados y necesitan componerse. A partir de la dedicación del poeta y del
esmero de su escrito se configura el alma de la eternidad.
Yo
nunca me atrevería a llamarme escritor; JAMÁS
POETA. Y aunque escribir es lo que
hago, el mayor de mis anhelos es llegar a hacerlo, por lo menos, medianamente
bien.
"Yo no escribo para que me lean. Escribir es una forma que tengo de hablar conmigo mismo sin parecer demasiado loco."
0 comentarios:
Publicar un comentario