Alguna vez me dio por pensar en la guerra más cruda que el hombre ha librado. Esa donde el campo de batalla es su alma y los bandos enemigos son sus virtudes y sus pecados siendo estos últimos, casi siempre, los vencedores.
"El verdadero guerrero es aquél que lo deja todo en el campo de batalla más difícil: Su Alma."
¡¡Ahh mi vieja fortaleza!! Necesitarás algo más que saetas para derribarla.
Mi fortaleza. Lúgubre, gris, rocosa y escalofriantemente acogedora. Aún recuerdo esas noches
en las que caminaba por los largos pasillos de mi castillo, iluminados solamente por la luz de las antorchas.
El frío que recorría mi cuerpo era celestial.
Mis pasos retumbaban en las solitarias estancias de piedra mientras desde afuera llegaban los desgarradores
gritos de dolor de aquellos que se encontraban cara a cara con la muerte en medio de una guerra que libraban
contra si mismos.
Música para mis oídos. Eso eran esos gritos. Cada alma destrozada era una sinfonía compuesta en calve de pena
que mi retorcido espíritu disfrutaba. Eso, por supuesto, despertaba el odio, la ira y el resentimiento en muchos allá afuera
por eso trataban de derribar mi gran fortaleza.
Recuerdo que noche tras noche llegaban legiones de guerreros provenientes de todos los rincones del planeta. Y cada noche
un ejercito entero de arqueros y ballesteros intentaba atravesar los gruesos muros de roca con saetas ardientes.
INSENSATOS!!!
ni siquiera conseguían arañar la superficie de las altas murallas, y aún más patético que eso, sin que nadie dentro de mi castillo
los atacara, ellos caían como moscas, pues los proyectiles rebotaban y perforaban sus almas arrastrándolos a una triste agonía
hasta que no quedaba más que un vago reflejo espectral que, irónicamente, pasaría a hacer parte de mis sirvientes en mi fortaleza.
Crueles ironías de la vida.
Yo las disfruto mucho.
Me alimento de ellas.
Y mientras ellos siguen desangrándose por dentro, mis huestes de espectros se agrandan cada vez más.
Al final, cuando mi ejercito sea muy numeroso, atacaré por fin. Las almas de guerreros caídos en el pasado harán
desangrar el universo entero, y en ríos de metal fundido habrá de ahogarse la última esperanza de la humanidad.
una lluvia de lamentos envuelta en llamas inundará los bosques, y océanos de negras flamas harán ahogar sus espíritus
en arrepentimiento...
Arrepentimiento hacia una guerra absurdamente librada que los llevó a su fin.
Arrepentimiento hacia el odio que sentían por mí.
Arrepentimiento por no haber podido derrumbar mi fortaleza, llegar hasta a mi y finalmente asesinarme.
Arrepentimiento por no haber podido matar a este hijo rebelde de Zeus. La causa de la discordia.
la causa de la guerra, la causa de su destrucción.
Se ahogaran en arrepentimiento por no haber podido asesinarme a mí, Ares, Dios indiscutible de la Guerra.
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