martes, 6 de enero de 2015

Matarse


Leia Mais…

jueves, 15 de mayo de 2014

Silvio y tú

Ayer me acompañaban Silvio
y tus brazos,
Hoy me acompañan Silvio
y estos versos.
Ayer me acompañaban Silvio
y tus ojos,
Hoy me acompañan Silvio
y del recuerdo
los despojos.

Ayer tú y yo, princesa,
escribíamos el destino
en las páginas del tiempo;
Tus miradas, tu sonrisa,
tus abrazos, tu cariño;
Tus labios –que nunca besé-
pronunciaban mi nombre,
y todo eso quedó escrito.

Hoy, estoy solo –sin ti, princesa-
y escribo líneas etéreas
en una página en blanco;
Tus miradas, tu sonrisa,
tu cariño, tus abrazos;
Tus labios –que nunca besé-
ya no pronuncian mi nombre,
y ya nada de eso queda.

Ayer me acompañaban Silvio
Y tú, princesa.
Hoy me acompañan Silvio –
sus notas, sus letras, su Ojalá-
tu recuerdo y un suspiro:
¡Ay, ojalá que vuelvas!



Leia Mais…

viernes, 9 de mayo de 2014

SI TODOS LOS DÍAS FUERAN VIERNES

I

Si todos los días fueran viernes
Y el mundo girara y luego se parara
-Eternamente-
Se devolviera al umbral donde acaba el jueves
Y llegara hasta la puerta del sábado sin tocarla;
Si se repitieran los hechos, el clima y la gente;
Si todos los días fueran viernes y nadie lo notara,
-más que yo-
Yo haría de mi diario vivir una vida entera
-una eternidad-
Me olvidaría para siempre del ayer,
Me olvidaría definitivamente del mañana.

Si todos los días fueran viernes,
-Por ejemplo-
Corregiría mis errores - uno a la vez-
Hasta hacer mi día perfecto.
Y luego de estar satisfecho
-Tal vez, sólo tal vez-
Dejaría de nuevo todo deshecho
Para luego gastar otros dos o tres
En hacer y rehacer todos los trechos.

II

Si todos los días fueran viernes,
Los viviría todos completos;
Me iría y volvería, de la noche a la mañana
Recorrería el verano, la lluvia, las flores;
Tocaría finalmente las sombras de las noches
-De las tardes-
Y también las de las madrugadas.

Si todos los días fueran viernes,
Ocuparía unos cien mil
-Puede que hasta doscientos mil-
Para ahogarme en los ríos de tinta
Y perderme en la pasión vil
De quienes -aún con sus vidas
Plagadas de ayeres y futuros amaneceres-
Tuvieron la osadía de escribir.

Si todos los días fueran viernes,
Pasaría uno en cárceles
Y otro en hospitales
-No como visitante-
Haciendo de residente
Sólo para ver que se siente
Tratar de vivir un día
Con enfermedades
Y otro sin libertades.

III

Si todos los días fueran viernes,
Todas las noches disfrutaría sin repudio
De todas las músicas del mundo:

Asistiría a cocteles y afinaría mi oído
-Me metería en un traje elegante-
Para escuchar lo último en Jazz.

Me movería también sin sentido
-pero sintiéndome vivo-
Con las músicas de noches de viernes
Que escuchan los reyes del inframundo.

E incluso apreciaría los ritmos candentes,
-Decentes e indecentes- los bailaría
Y aprendería finalmente a coger el compás.

IV

Si todos los días fueran viernes,
Dedicaría por ahí unos mil al amor.
Escogería novecientos noventa y nueve
Para conocer diferentes mujeres;
Para probar diferentes formas de amar,
Y dejaría uno de ellos -Obviamente el mejor-
Para pasarlo contigo, -mi verdadera pasión-
Mi amor.

Si todos los días fueran viernes,
Escogería también algunos de ellos
Para morir a medio día
-Moriría y desmoríria
Dos, tres y hasta cinco días-
Para ver quien me extrañaría,
Para ver si tú llorarías
Y sobre todo para revivir al otro día.

V

Si todos los días fueran viernes
Y el mundo girara y luego se parara
-Eternamente-
Se devolviera al umbral donde acaba el jueves
Y llegara hasta la puerta del sábado sin tocarla;
Si se repitieran los hechos, el clima y la gente;
Si todos los días fueran viernes y nadie lo notara,
-más que yo-
Yo haría de mi vida una mascarada esquizofrénica
Con miles de lágrimas y también de sonrisas
Las cuales protegería y no dejaría
Que nada ni nadie –ni siquiera el sábado
Que ahí ya viene-
Me arrebatara. 

Leia Mais…

lunes, 17 de marzo de 2014

Bittersweet Absence

I have been all over the world
I have known every flavor existing
I have tasted every single sweet,
But I have shared none with thee;
I have found no delight in any
- not in a single bite, my sister-

I have been all over the world,
For sweets and candy I've looked for
To ease the bitterness of thy absence.
I have known every flavor existing;
Chocolate is the one I've eaten the most
But without you it is sour, my love,
No matter how many times
in my tongue its sweet flavor dances.

I have been all over the world,
I've tasted red lollipops
- I've tried to look for one-
as red as thy lips
-But I've never succeded
in finding one-
as sweet as thy kiss.

I've been all over the world,
-I've bought a thousand candy and sweets-
I've looked for you in every bubble gum
-I've been looking for thee-



Leia Mais…

jueves, 6 de febrero de 2014

El Dios de la Música

Juan Camilo se detuvo con una última exhalación mientras el sonido se perdía lentamente entre las almas de los presentes. Sus dedos aún irradiaban calor y quemaban todo lo que tocaban. El solo de guitarra que acaba de tocar era inigualable. Juan Camilo descolgó su guitarra eléctrica de su hombro y bajó del escenario. Una vez más había cumplido su cometido, elevar hasta la estratosfera a las 9.800 almas que abarrotaban las graderías del coliseo. Nadie, desde Mozart, había sido capaz de hacer tal cosa con un instrumento; componer una sinfonía digna de ser interpretada por toda una orquestra y elevarla majestuosamente con tan solo una guitarra, un piano, o un violín. Nadie después de Beethoven, había sido capaz de hacer danzar una melodía entre miles de colores formados por grandes oleadas de éxtasis que inundaban los corazones de quienes la oían. Nadie había nacido con tal don. Nadie había tenido el honor de ser el alumno predilecto de fantasmas que deambulaban por los lugares más recónditos del universo danzando en clave de sol y de fa. Nadie nunca antes fue bendecido por Apolo, el Dios de la música, con tal aptitud para acariciar un instrumento y hacer a su alma hablar a través de él.  Nadie después de un concierto de dos horas en el que no hubo descanso,  se hubiera encerrado en su camerino a seguir componiendo con su violín para relajar su mente y su espíritu después de tan magno evento.

Ninguna otra persona en el mundo, ningún otro artista, había llegado a ser tan reconocido y amado por tantas personas a lo largo y ancho de todos los cinco continentes. Tal reconocimiento se debía a que la música de Juan Camilo no discriminaba sexo, edad, raza, religión, nacionalidad, ni mucho menos gusto musical porque sus melodías, sus canciones, y sus sinfonías no estaban dirigidas al oído, éstas apuntaban a lo más profundo de la esencia humana. Llegaban a ese lugar escondido de la humanidad en donde las diferencias superficiales encontraban su tumba y daban paso al nacimiento de esa gran red intergaláctica que nos conecta a todos. Juan Camilo, conocía muy bien este lugar. Al momento de interpretar una simple nota musical se transportaba hasta allí, se encontraba consigo mismo y con el resto de la humanidad y veía las mismas necesidades, los mismos deseos, los mismos anhelos, y los mismos sueños. De este modo, sabía exactamente qué ofrecerle al mundo; conocía exactamente esa sola cosa que la humanidad necesitaba; una sola cosa, tan simple, pero compuesta de millones de sinfonías y millones de canciones con un solo nombre: Amor.


Juan Camilo entendió en ese momento que toda la esencia de la humanidad se reducía a eso. Decidió componer una última pieza, una última melodía que lograra hacer ver lo que era invisible; sentir  aquello que era intangible; oler lo inodoro; hallarle gusto al sinsabor,  y escuchar aquello que el silencio gritaba. Decidió componer la sinfonía final que haría entender a la humanidad el significado de la vida, la canción que redimiría a la humanidad de sus pecados y la elevaría al paraíso para hallar el edén perdido… Dejó su violín, tomó una pluma y acercó el pentagrama para trazar la primera nota musical; pero de repente el estridente sonido de un claxon lo despertó. Juan Camilo se dio cuenta que no estaba en ningún camerino, que no acababa de ofrecer ningún concierto. Simplemente se encontraba en un bus repleto de gente dirigiéndose al centro de la ciudad con su guitarra eléctrica en su regazo. Su guitarra… una creadora de sueños que ahora era el único objeto de valor que a Juan Camilo le quedaba por empeñar para poder pagar sus deudas. 

Leia Mais…

domingo, 2 de febrero de 2014

Subida

Era otro de esos largos  y agotadores días de verano pero la vista del paisaje era magnifica. El inmenso valle por el que caminaba parecía salido de un lienzo surrealista pues los verdes del inmenso pastizal en el que pacían las vacas y bueyes, se contrastaban perfectamente con los rojos de las flores y el azul del cielo despejado formando múltiples universos dentro de una misma imagen. A lo lejos, el final del sendero que marcaba el camino del muchacho, se perdía de vista y se confundía con la densa fila de árboles que cerraban el paso hacia la ladera de la montaña que debía subir para llegar a su destino. Hacia atrás, se veía la pequeña casita de madera donde acababa de dejar, entre venias y palabras de agradecimiento, a la humilde y hospitalaria pareja de ancianos campesinos que le habían dado posada la noche anterior.

Aunque aún era muy temprano David se sentía muy cansado pues no había dormido muy bien y ya llevaba varios días caminando por aquél inmenso reino cargando consigo un equipaje muy pesado. Él muchacho sabía que para poder realmente descansar haría falta mucho más que noches de sueño, casitas acogedoras y hospitalidad por parte de campesinos amables; pues aunque por cualquier lugar que visitaba en su viaje se encontraba con personas de buen corazón que se preocupaban por él, no podía encontrar en ninguna parte eso que él tanto buscaba.

Pero ¿Qué buscaba? ¿Amor? ¿Comprensión? ¿Compañía? David no lo sabía. Él solo tenía una sensación de incomodidad que no tenía nada que ver con su ropa, ni con el cansancio físico. El muchacho buscaba sentirse bien consigo mismo, y por alguna extraña razón sabía que para lograrlo debía continuar su camino hasta la cima de aquella lejana montaña que era desconocida para él.

Aquél día el muchacho cubrió gran parte del camino que lo separaba de su meta y al caer la noche, luego de haber pasado un pequeño bosque de manzanos,  ya se encontraba en la falda de la montaña. Sin embargo, David no se percató de su proximidad a la montaña hasta el momento en que la respiración se le aceleró y el cansancio se hizo mayor pues sus pies notaban que el terreno se hacía más y más inclinado con cada paso que daba. Cuando se detuvo miro a su alrededor y vio que se encontraba por encima del nivel del valle por el cual había caminado  durante el día. De pronto un sentimiento de desolación se apoderó de él al ver la inmensidad del paisaje que lo cobijaba. Se sintió sólo, desamparado, con frío, y sobre todo asustado; y el sobrecogimiento fue mayor cuando miro hacía arriba y contempló la negra silueta de la alta montaña contrastada con la inmensa negrura de la bóveda celeste salpicada de millares y millares de ojitos brillantes que le hacían antesala a un monstruo sin rostro que brillaba con la redondez de una moneda de plata. En el horizonte, en medio de la densa oscuridad que envolvía el gigantesco valle, se veía una pequeña luz que danzaba a contra tiempo de la desolación del lugar. Se trataba del fuego de la chimenea de la pequeña casita en donde hacía apenas una noche David se encontraba comiendo y disfrutando de la hospitalidad de los campesinos. Al muchacho le parecía increíble pensar que apenas hacía un día estaba sintiéndose tan cómodo en compañía de sus semejantes, y que una noche después esos momentos, en los que las personas le hacían olvidar sus suplicios, parecían haber ocurrido en otra vida, pues ahora se hallaba rodeado de seres supremos, de entes con cualidades divinas que lo hacían sentir muy pequeño. Y así, con aquél sentimiento de desolación aún cobijándolo, David cayó dormido en medio de la vegetación y arrullado por los sonidos que producían los animales de la noche.

Al día siguiente el joven despertó sobresaltado acosado por una sola idea que lo visitó frecuentemente a lo largo de la noche entre sus sueños: Seguir adelante. El muchacho se incorporó con dificultad y se puso en pie. A pesar de que estaba agotado físicamente, sabia que debía continuar con su viaje pues de este dependía su destino; David sabía que había nacido con ese solo propósito; él sabía que las razones que tuvo para emprender sus innumerables viajes a lo largo del mundo realmente recaían en una sola razón: Llegar hasta el final de este último viaje. Siguió entonces decidido con su camino y continuó subiendo por la ladera de la montaña. La subida no fue nada fácil. Se enfrentó con la inclemencia de la naturaleza; el sol no lo ayudaba, y de vez en cuando, uno que otro animal hambriento salía a su paso buscando hacerlo su presa.

Así transcurrieron varios días en los que David, inquebrantable, seguía con su camino, y varias noches en las que reposaba su cuerpo e intentaba ignorar la intranquilidad de su alma. Al final de una de esas jornadas de viaje, cuando el sol ya empezaba a fundirse a lo lejos con el horizonte dejando paso a la oscuridad para que hiciera de las suyas, el muchacho llegó a lo que parecía la entrada a una cueva. Tímidamente, David se asomó pues pensaba que se trataba la guarida de algún oso u otro animal salvaje pero se llevó una sorpresa al ver que se trataba de una cueva iluminada con antorchas. Al parecer alguien había excavado un túnel muy profundo que se perdía en las entrañas de la montaña y se dirigía hacía la cima. El muchacho empezó a caminar y notó que el suelo ya no estaba cubierto por la hierba ni por la tierra que cubría la ladera de la montaña, sino que estaba cubierto por un camino serpenteante de piedra en el que yacían sombras proyectadas por el fuego de las antorchas que le daban un aspecto lúgubre al lugar. David caminaba silenciosamente hacía arriba echando fugaces mirada hacía atrás por encima de su hombro, pues de vez en cuando su propia sombra lo asustaba y le hacía creer que alguien iba tras él. El muchacho sonreía cada vez que esto le pasaba y pensaba “Es solo mi sombra. El fantasma de mi propio pasado que todavía insiste en perseguirme. Ya podré deshacerme de él más adelante”

Cuando David llego finalmente a lo que parecía el final de la cueva, levantó la vista hacía unas escaleras que subían hasta el cielo estrellado y al final de ellas se hallaba por fin la cima de la montaña. El muchacho trepó ansioso y llegó hasta la cima en donde encontró algo que nunca había visto en su vida: Una construcción de piedra que se asemejaba a un castillo, pero era tan grande que incluso el ancho de tres castillos hubiera cabido en ella; y era tan alta que diez catedrales, una encima de la otra, hubieran entrado sin dificultad por la puerta principal. – ¿Así que este lugar es mi destino?- Pensó David asombrado. –Llegar hasta donde ningún hombre había llegado jamás. Este es el propósito de mi vida: Entrar como invitado especial a la mansión de los Dioses- Ávido de saber que le esperaba adentro se acerco a la gigantesca puerta en la cual había un letrero que estaba escrito en un idioma que no entendía; al parecer eran runas. David miro atentamente el letrero intentando descifrar el mensaje desde todos los ángulos, pero al no conseguirlo se desesperó. No entender lo que decía aquella inscripción lo hizo perder la paciencia, pues no quería perderse ningún detalle de su cita con el destino. Desesperado como estaba, empezó a buscar en su mochila los libros que siempre cargaba consigo con la esperanza de encontrar en alguno de ellos una respuesta que lo ayudara con el letrero, pero de pronto una melodiosa voz femenina proveniente del interior de la mansión le dijo:



No es importante eso que buscas
El mensaje no es  mensaje;
No es un lenguaje antiguo,
Ni una encriptación,
Ni tampoco runas.

Algún Dios necio lo puso en el camino;
Quiere distraer tontos,
Cautivar ingenuos,
Y apartarlos de su destino.

David entonces comprendió lo que aquella misteriosa voz quería decirle. Debía aprender a no fijarse en pequeñeces que le impidieran seguir con su camino, no todo lo que había en él era importante y el muchacho debía aprender a distinguir entre lo que realmente importaba y lo que no si es que quería seguir y llegar al final de su viaje.

Por alguna razón la misteriosa vocecita le inspiraba confianza y llenaba su pecho de un regocijo que lo hacía sentirse muy bien. Lleno de confianza e ignorando el letrero clavado en la puerta, entró.

****

Adentro, la inmensidad del lugar parecía incluso mayor. El muchacho se hallaba ahora en lo que parecía una  de las torres de la mansión, y estaba parado frente de una gigantesca escalera de piedra que conducía a los pisos superiores y que curiosamente estaba pegada a la pared y ascendía en forma de espiral describiendo el contorno cilíndrico de la torre. Todas las paredes estaban cubiertas por gigantescos cuadros. Pinturas antiguas cuyos lienzos estaban iluminados por las miles de antorchas puestas en sus soportes metálicos que colgaban de las paredes. Cada una de las pinturas, exhibía el retrato de una misma persona. Una mujer (o más bien una niña a los ojos de David) hermosa y pálida que tenía una sonrisa triste y una mirada perdida que parecía buscar algo. Esa mirada de acuarela plasmada sobre los viejos lienzos, relataba tristezas y penas, y definía el dolor. En todas las pinturas, el artista había conseguido capturar el mismo gesto en el rostro de la niña, sin embargo cada retrato era diferente a su modo, pues en cada uno la niña vestía ropas distintas y había sido capturada en entornos y situaciones diferentes.

David empezó a caminar mirando hacía arriba. El lugar era tan alto que ni siquiera podía verse el techo, ni tampoco el final de las escaleras que había empezado a subir. Con cada escalón que salvaba, se acercaba más y más a las pinturas colgadas en las altas paredes, y desde allí podía apreciarlas mejor. David estaba cautivado con los retratos y no podía quitarles los ojos de encima, y por alguna razón empezó a sentirse extraño. La mirada vacía que lanzaba cada retrato hacía crecer en David una calma inexplicable, pero a la vez lo hacía angustiarse, y un sentimiento de preocupación crecía poco a poco dentro de él. Era como si David conociera a esa persona allí retratada y el dolor de esta fuera la causa de su creciente preocupación. Algo, tal vez esa mirada en los cuadros, empezaba a sugerirle la idea de que esa niña era su destino.


Aunque esa sensación que se iba apoderando del muchacho le hacía poco a poco perder el control de su voluntad, una vocecita dentro de él con pinta de conciencia le decía que él nunca en su vida había visto a esa muchacha y que no tenía motivo alguno para preocuparse por ella pues no estaba seguro ni siquiera si existía. Sin embargo, la voz de la conciencia del muchacho se fue debilitando poco a poco, y la belleza del rostro de la niña de los retratos se hacía cada vez más profusa, cautivando por completo los sentidos de David hasta que finalmente se apoderó de él e hizo crecer un sentimiento por la persona retratada.

David perdió la calma y empezó a ascender cada vez más rápido por las escaleras. Algo lo urgía a apresurarse. Algo le decía que tenía que acabar con el dolor en la mirada de esa niña y entre más subía y subía ese dolor empezaba a ser suyo. El muchacho empezaba a sentir una agonía y una pena por ella y por él mismo que lo apresuraba a querer terminar con todo eso que había empezado desde que se decidió, años atrás a seguir su destino. El muchacho no sabía que debía hacer, ni cómo iba a hacer para acabar con ese dolor. Ni siquiera sabía a donde lo conducían esas escaleras que tan apresuradamente subía y subía, saltando escalones de dos en dos, y de tres en tres. El sudor resbalaba por su frente, y un fuerte dolor en su pecho cortó su respiración y lo obligó a cerrar los ojos para concentrarse en seguir subiendo. Con los ojos cerrados ya no veía el rostro de la niña que ahora tanto amaba pero su mente proyectó la imagen del retrato para él, y se aumentó su desespero. David siguió subiendo rápidamente hasta que se dio de lleno en la cara con algo sólido que tenía en frente. El muchacho abrió los ojos y vio una pesada puerta de madera delante de su nariz. Finalmente había llegado al final de las escaleras.

David se separó un poco de la pared y se asomó por la barandilla del borde de las escaleras y miró hacia abajo pero esta vez fue el suelo lo que no consiguió ver. Miró entonces hacia arriba y vio que en el techo había dos ojos pintados. Era un par de ojos cuya profundidad y mirada triste se le hacía familiar. Los ojos irradiaban una calidez mezclada con dolor que era encantadora. Era una calidez tan hermosa que a pesar de estar pintados parecían ser los ojos de un ser vivo. De hecho el calor de esa mirada era tan profundo que se manifestó físicamente e hizo que los ojos brillaran con un resplandor naranja que empezó a despedir un calor que ahora era insoportable. Pronto el fulgor naranja se extendió por la superficie del techo hasta encontrarse con la pared en donde estaba la puerta de madera la cual, como si hubiera estado impregnada de aceite se consumió entre las llamas casi de inmediato dándole así, paso al muchacho hacia una pequeña habitación.

El lugar estaba oscuro, y no tenía muebles. Las paredes de piedra le daban un aire frío a la habitación de la torre que no tenía otra fuente de iluminación que la luz de la luna la cual se colaba por un alto ventanal y cuyo haz iluminaba a un punto en el suelo en donde se hallaba un bulto de trapos blancos amontonados uno encima del otro. David dio unos cuantos pasos hacía el extraño objeto y empezó a sentir un aroma intenso que trepaba por sus fosas nasales y llenaba sus pulmones con un color rosa que le recordaba una esencia floral conocida por él desde mucho tiempo atrás; tal vez desde su niñez. El olor se hacía cada vez más y más intenso, y conforme avanzaba hacía el montón de telas blancas que yacían en el suelo, su cuerpo se debilitaba más y más. Cuando dio el último paso se encontraba apenas a centímetros de la escena de sabanas blancas que al parecer era de donde salía el aroma que le estaba quitando su vitalidad. Totalmente agotado, el muchacho  cayó de rodillas y con las últimas fuerzas que le quedaban tomó una esquina de la sabana y la levantó lentamente, descubriendo el cadáver de una hermosa mujer, o a su parecer, de una hermosa niña cuyo rostro tenía una expresión de dolor, angustia y sufrimiento, pero a su vez en la comisura de sus labios color rosa se dibujaba una triste sonrisa.

Al parecer David había llegado tarde a salvarla. Sintió entonces unas profundas ganas de llorar por la muerte de aquél ser tan hermoso a quien, aún sin saber quien era, había amado. Una solitaria lágrima resbaló por su mejilla y fue a morir en los labios del cadáver que en ese momento se encontraban con los de David quien tenía la necesidad de morir al lado de ella, pues sintió que la había conocido hacía una eternidad. Sintió que ella era el destino que tanto había buscado toda su vida. Sintió que ella era el único propósito con el que había nacido. Comprendió que ella, la muerte, era la única razón que complementaba la vida.

A manera de Epilogo:

Esa solitaria lágrima que el muchacho derramó, liberó por fin todo el peso que había sentido durante toda su vida; una vida que persiguió con afán en busca de su destino para al final darse cuenta que su destino era el mismo de todos los seres humanos, encontrarse con el amor de su vida: La muerte.


Leia Mais…

lunes, 24 de junio de 2013

Beauty and the Beast

Beauty ain't the maiden with deep blue eyes,
silken hair, and nice tights.

Beauty ain't snow white
with her snow white smile.

Beauty ain't the fake princess
who from the ashes rises
to cast a spell on the king's son.

Beauty is the maiden that makes a beast
fight and go to war against its demons
until they are all killed.

Beauty is the girl who loves the beast;
no matter how darkened his soul
with him she would feast.

You are my beauty, girl;
and yeah, with deep eyes,
silken hair, nice tights
and snow white smile,
you are my princess -not fake though-
for you love this beast
even I'm not the king's son.


Leia Mais…